¿Qué es el amor?

Posted by Edneit Ibañez Zamudio under
En una de las salas de un colegio había varios niños. Uno de ellos preguntó: - Maestra... ¿qué es el amor?

La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en hora de recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajesen lo que más despertase en ellos el sentimiento del amor.

Los chicos salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo:

- Quiero que cada uno muestre lo que trajo consigo.

El primer alumno respondió:

- Yo traje esta flor, ¿no es linda?

Cuando llegó su turno, el segundo alumno dijo:

- Yo traje esta mariposa. Vea el colorido de sus alas; la voy a colocar en mi colección.

El tercer alumno completó:

- Yo traje este pichón de pajarito que se cayó del nido.

Y así los chicos, uno a uno, fueron colocando lo que habían recogido en el patio. Terminada la exposición, la maestra notó que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido quieta durante todo el tiempo. Se sentía avergonzada porque no había traído nada. La maestra se dirigió a ella y le preguntó:

- Muy bien: ¿y tú?, ¿No has encontrado nada?

La criatura, tímidamente, respondió:

- Disculpe, maestra. Vi la flor y sentí su perfume; pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma por más tiempo. Vi también la mariposa, suave, colorida, pero parecía tan feliz que no tuve el coraje de aprisionarla. Vi también el pichoncito caído entre las hojas, pero... al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí devolverlo al nido. Por lo tanto, maestra, traigo conmigo el perfume de la flor, la sensación de libertad de la mariposa y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. ¿Cómo puedo mostrar lo que traje?

La maestra agradeció a la alumna y le dio la nota máxima, considerando que había sido la única que logró percibir que sólo podemos traer el amor en el corazón.


Amar es llevar en el alma, es Recordar, es Disfrutar, Amar es ser LIBRE Y DEJAR LIBRE.
Ahora no existían barreras que me impidieran hablar, me localizaba ahí, en ese mismo parque que tiempo después se convertiría en mi lugar favorito para gastar las horas inmortalizándola. Caminamos por el perímetro, se detuvo en una banca y tomamos asiento. La mire fijamente, pero todavía no me atrevía a decir nada, era difícil explicar en esos momentos lo que me estaba pasando. Fue entonces cuando ella me dijo: “Bueno, me trajiste aquí para hablar, pero veo que no piensas decir nada”. Al fin me arme de valor e intente de explicarle en primera instancia que no era fácil para mí hablar de ese tema con ella. Tal vez, interpretaría inadecuadamente mis palabras y claramente no quería que sucediese eso.

El viento comenzaba a soplar fuerte, era extraño, pues siendo alrededor de las tres de la tarde, el sol se aprestaba a salir raudo para terminar con el triste cielo nublado. Con aquel contexto, le manifesté los principales motivos, por los cuales había caído en desolado desconcierto: “Te juro que nunca me imaginé que me preguntarías eso. Este tema, es para mí un poco delicado, ya que implica hablar de Amor y esas son palabras mayores; tú bien sabes que cuando iniciamos esta relación, quedo todo claro, pues se trataba de divertirnos, desde el principio nos gustamos y fue una decisión mutua de pasarla bien juntos”. Quizás no fue la mejor respuesta dada hasta ese momento, pero fui muy sincero al expresarlo.

- No pretendo sacarte en cara nada, pero sabias a lo que te atenías conmigo. -le dije-.

- Esta bien, entiendo y no te reprocho nada, lo sabía, lo admito, pero esa no fue mi pregunta. Yo te hablo del presente, más no del pasado. -me contestó-.

- Lo sé y precisamente a eso iba. Hablar de amor no es tan sencillo como parece; es más, para basar una relación en amor, tiene que provenir de ambas partes. -añadí-.

- Entonces debo asumir esas palabras, como un NO te amo. -agregó-.

Ocurría, lo que me temía, se adelanto a mis palabras y su cabeza e imaginación ya habían volado años luz. No hallaba el modo de decirle que me sentía confundido y que mis palabras no fueron necesariamente un rotundo NO. En un santiamén, había sacado sus propias conclusiones y no eran esencialmente las adecuadas; al parecer se añadió un factor más a mi difícil problema de no precisar en mis explicaciones. Ahora no solo, no sabía que decirle, sino tenía también que combatir en contra de su juicio prematuro. Fue verdaderamente dificultoso encontrar la forma apropiada de hacerle entender lo que sucedía en mi y más aun pretender hacerlo sin que le afectara o que se sintiera mal por ello.

¿Cómo explicarle que no me sentía apto para dar el siguiente paso? ¿Cómo hacerle comprender que mis sentimientos hacia ella crecían lentamente y no a la velocidad que pretendía? ¿Cómo procurar que me entendiera, si prácticamente me había adjudicado una anticipada y errónea respuesta? ¿Cómo cambiar los hechos acontecidos hasta ese instante, si ya las cosas habían dado un giro inesperado?

Todo se torno gris, ciertamente me sentía mucho peor de lo que pude haber sospechado y ella todavía esperaba una respuesta definitiva. Enigmáticamente complicado fue pronunciar una palabra tan hermosa y a la vez tan significativa. Lo ideal era decirle lo que sentía y esperar a que me comprendiera o en definitiva decidiese alejarse con absoluto derecho. No podía darle más vueltas al tema, no era justo. No convenía dudar; un SI o NO, y punto final. Correspondía entonces deliberar cual sería la respuesta correcta.

Por un lado, tenía la tan ansiada afirmación, que virtualmente me conduciría a vivir memorables pasajes de mi existencia, pero como no todo es felicidad, implicaba mentirle o al menos eso suponía; hacerle creer que mis sentimientos se habían convertido en espontáneo y puro amor, no me hacía sentir del todo bien y a gusto conmigo mismo. Por otro lado, la sola idea de anteponer una negativa a su interrogante, me llevaba a pensar que me convertía en un completo egoísta, incapaz de corresponder a un sentimiento sincero. Vaya problema en que involuntariamente me había involucrado y consecuentemente solo disponía de dos opciones, las cuales parecían insuficientes ante aquel dilema. Lo pensé, lo pensé mucho y le dije:

- El decirte que basar una relación en amor, depende de dos personas, no quiere decir que no te quiera.

- Tú lo has dicho, estás hablando de cariño y no de amor. Lo acabas de decir muy claro. -me contesto-.

- Mira, voy a ser completamente sincero contigo y espero que me sepas comprender. -añadí-.

- ¿A qué te refieres? Creo que ya lo dijiste todo. -respondió-.

- La verdad es que siento algo muy lindo por ti, pero no estoy seguro que sea amor, y discúlpame si soy tan directo, pero creo que mereces que te lo diga por todo lo vividos juntos. -exprese-.

Un inesperado silencio nos invadió y lo único que se oyó fue el pasar de mi saliva; lento, muy lento, como si se hubiese tratado de un trago amargo. Mi mirada se postro en la suya y la mire fijamente, tal vez pidiéndole perdón por lo referido, ni siquiera yo mismo lo sé. Me sentía aliviado pero a la vez mal por responderle con tanta crudeza y firmeza, hasta que el mutismo se detuvo y quedo de lado para dar paso a una inadvertida exclamación de su parte.


- ¡Por favor, no soy tonta!, es evidente que no me amas y no es necesaria tanta diplomacia. -me dijo-.

- ¡No! Entiéndeme, no fueron esas mis palabras, simplemente no sé si es amor, y creo que tu mereces la verdad, o prefieres que te diga: “Ok, si te amo y se acabo”.-conteste-.

- Me parece absurdo de tu parte que digas eso, ¿Acaso no puedes diferenciar si cuando estás conmigo te pasan cosas? Es tan sencillo como eso, o le tienes miedo al compromiso, dime ¿Es eso? -respondió-.

- ¡Eh! mmm… ¿Por qué me preguntas eso? -añadí-.

- Esa no es una respuesta, solo responde ¿Es ese el problema? - increpó con ansia-.

- Esta bien, te lo diré…



Continuará...

Dedicado Al Amor Que Perdí: Parte I

Posted by Edneit Ibañez Zamudio under
Aquella noche no podía fumar, mi organismo se negaba a obedecerme, me había convertido en un ser inerte y yo ahí, una vez más sentado en la banca de aquel parque que siempre acompañaba mi melancolía, el segundo día de cada mes. Convertido ya en un ritual inexplicable, del cual era principal partícipe y protagonista. Con entereza recorría uno a uno sus inmensos árboles de antaño, extensas veredas y acogedoras áreas verdes, con el fin de recordar algún detalle olvidado que me hiciese conmemorar los más felices pasajes de mi existencia vividos junto a ella. Aquel parque grande y misterioso recopilaba mis más íntimos secretos, guardados desde siempre con incansable recelo, y parecía esperar mes a mes la llegada de un nostálgico muchacho que se consumía en un profundo trance, y no quería despertar de el.

Recordaba tantas cosas, los pensamientos iban y venían. Pero aquella vez sería la última, era mi despedida por tantos meses de añoranza y mi cabeza no hacía más que pensar en ello. Esa noche fría, mi mente, giraba en torno a una tormentosa tarde gris, aquella que cambio el rumbo de todo. Lo recuerdo y siento mi piel erizarse, como si lo estuviese viviendo nuevamente, ahora, este mismo instante.

Se encontraba ella junto a mí, tan dulce, tan indefensa, mirándome a los ojos con esa ternura que me hacía pensar que si funcionaría, que aquella relación abierta, diferente, de amigos cariñosos que llevábamos hasta ese periodo, podría dar el siguiente paso. Pero todo a su tiempo, no existía apuros y pretendía que así quedase por un lapso más. Mientras permanecía en silencio, la escuchaba cuando me hablaba, siempre embelesado por su belleza y abrumado por su inteligencia, pero sin decir nada, me sentía extraño y desconocía la razón. Pero algo rompió el hielo, de pronto un tierno beso en la mejilla me partió en dos. Fue en esos instantes en que dije a mis adentros, ¡Reacciona!, no pienses en cosas que se suscitaran poco a poco y a su debido momento, es más, ella entiende que no hay nada formal. Frase que forjo las horas venideras.

Teníamos una relación tranquila, pero apasionada; no había lugar a reproches, cada uno sabía muy bien que ante todo el mundo éramos simples amigos, o al menos eso creía. Los días transcurrían, cada vez le tenía más confianza. Todo el día reíamos y nos respetábamos el uno al otro, compartíamos mucho tiempo juntos. Sin Embargo, cada quien conservaba su propio espacio. Tal vez aquel fue el error, si no quería que sucediese “eso”, ¿Por qué lo avivaba inconscientemente? No me di cuenta que yo mismo lo propicie.

Al verme callado, me preguntó qué me sucedía. Yo, para ese entonces me sentía más tranquilo; solo atine a suspirar y responderle que no pasaba nada, al contrario, solo admiraba su belleza. Existía entre ambos una química genial, ese algo que todo hombre quisiera compartir con su ser querido. Fue entonces cuando empezó el punto de quiebre y las preguntas que tanto me temía resonaron tan fuerte en mí, cual estruendo: “Quiero que seas completamente sincero conmigo, ¿Me amas? ¿No crees que tenemos bastante tiempo juntos, como para saber ya, lo que siente uno hacia el otro?”. Simplemente me lapido con su interrogante y me bajo del cielo al infierno en tan solo un segundo. Estaba pálido, no sabía hacia donde correr, era reo de mi propia prisión y no tenia escapatoria alguna.

Ahora me encontraba en una situación que me imaginé, solo la vería en mis pesadillas. Lo confieso, no quería comprometerme, tal vez no me sentía preparado. Era acaso el miedo a ligarme sentimental y verdaderamente a alguien, que me llevaba a auto-rechazar cualquier intento que tratase de cortar mis alas de libertad. Era probable. Tenía ante mí a una extraordinaria mujer que me ofrecía lo más dulce que me podían regalar en la vida, su corazón sincero, sin condiciones y la tenía frente a mí, esperando a que decidiera enunciar tan siquiera una sola palabra.

Mi corazón palpitaba tan fuerte que parecía me quisiese decir algo. Quizás, mi silencio dijo mucho en esos momentos, pero tenía que hablar y aquellos segundos parecían convertirse en horas interminables. Hasta que por fin me decidí a responderle, no con una afirmación o negación, sino tontamente con una pregunta: “¿Por qué me preguntas eso?”, fue lo primero que se me vino a la cabeza, en realidad no me lo esperaba. Me miro fijamente a los ojos, pude ver una gran ansiedad por conocer lo que en mi se especulaba, y me dijo textualmente: “Tenemos un buen tiempo de conocernos y estar juntos, nunca te he pedido nada, solo quiero que respondas. Yo sé en qué consiste nuestra relación, pero ya es tiempo de hablar de nosotros en el futuro. ¡Respóndeme por favor!”. Nunca nadie me había encarado tan sinceramente y a la vez muy sutilmente. Retornaba entonces al principio y me encontraba nuevamente en silencio, nervioso y sin poder pronunciar nada.

No entendía que podía haber ocurrido, pensaba que todo estaba claro entre ella y yo. Posiblemente se había cansado de ocultarse y no por que hiciéramos algo malo, razonablemente se lo merecía, era lícita su postulación. Era obvio, ella sentía algo más, yo, aun con dudas y negativas comenzaba a sentir también, pero mi miedo, aquel necio miedo me impedía acceder a su petitoria. Mi muy escaso machismo me imposibilitaba poder formalizar con alguien inmensamente maravillosa como ella. Quería continuar así, sin ningún título de por medio que pudiese comprometer el libre albedrio de las cosas, o al menos eso pensé hasta ese momento.

Su mirada ansiosa y habida por respuesta, llego a intimidarme. Se acercaba el tiempo de contestar y la verdad estaba muy nervioso. Sincerarme, era mi única salida; la tome de la mano y le dije que teníamos mucho por conversar, pero no era el lugar adecuado, así que la cogí de la cintura, salimos de la universidad y abordamos el primer taxi:

- ¿A dónde? -pregunto el taxista-.

- A California, al parque que está entre Wong y el Colegio San José Obrero -le respondí-.

- ¡Son cuatro solcitos joven! -me contestó el conductor-.

- Ok maestro, siga.

Una vez ahí, sentados, muy juntos y la vez tan distantes; el hermetismo se apodero del ambiente. Se sentía un aire tenso y no era para menos. Algo estaba a punto de suceder y aun no sabía si era para bien o para mal. A partir de ese instante la miraba de reojo y ella hacía lo propio, intenté acercarme más, pero desistí de inmediato. Quería que lleguemos pronto, pues no sabía qué hacer con ella ahí y mucho menos que decirle; me dispuse entonces a guardar silencio y esperar llegar al destino.

- Listo joven, llegamos. -me dijo el taxista-.

- Aquí tiene, gracias. -le respondí-.





continuará...